Tras el viaje en Caen, el siguiente
destino era Rennes. En Rennes tenía por objetivo visitar a Olivier
Rúas, el chico que había trabajado conmigo en INRIA durante 2
meses. Había hecho una pasantía y había ido a su casa en Reims.
Al llegar a la ciudad, ya estaba en
contacto con Olivier pero él estaba todavía en clases, así que
comencé hacer un city tour antes de cruzarme con él. Empecé por la
oficina de turismo y para eso tuve que caminar bastante.
Rennes tiene un río encausado al
igual que la cañada, pero que transporta un poco más de agua. Es lo
mismo que un canal? No tengo idea...
En la oficina de turismo me dieron un
folleto con un plan para recorrer la ciudad y las principales
atracciones. Además incorporaba un caamino a seguir para cruzarse
con la mayoría de las atracciones.
Así empecé, pasé por la catedral
Saint Pierre, que era increíblemenete grande pero siguiendo el mismo
modelo francés que anteriormente me hubiese impresionado.
Al seguir el recorrido por una estrecha
callecita medieval, uno se encuentra con las Portes Mordelaises, que
tienen toda la impresión de la entrada a un castillo. Complementada
con las casitas, barcitos y creperies que la acompañaban. Para los
curiosos, las puertas no son originales, fueron reconstruidas para
recordar el momento en que la ciudad estaba adminitrada por distintos
duques.
Luego, seguí caminando por las
pequeñas calles y me crucé con distintas curiosidades: una casa
“Maison Ti-Koz” que data del año 1504 (una casa de madera,
pintada de roojo y blanco), palacio del congreso, palacio de
comercio.
Más adelante, las cosas que dan más
gracia: la calle de la Sed. Al parecer, los más borrachos de toda la
Francia están en este sector. La cerveza es una cagada, pero le dan
sin asco. Hay un chiste acá que dice que para que los bretones no
dominen el mundo, Dios creó la cerveza... Sí, sí dense una idea
jaja. La Rue de la Soif (calle de la sed) es una sucesión de
barcitos, en una pequeña callecita empredada con casas antiguas de
madera que tienen que ser muy antiguas. En síntesis, una calle
plagada de bares, casas pintorescas, mesas en las afueras de los
bares y todo el día un gran número de gente; dicen que los jueves
de noche, no podés ni caminar por este lugar.
Terminé en el Jardín Saint Georges,
al lado de la piscina municipal cuando Olivier me llamó y
finalmente, nos encontramos. Cuando llegué, fuimos a buscar un
colchón inflable para que yo duerma, y comenzamos a vueltear.
Primer paso, un paso un bar y tomamos
una cerveza y nos pusimos al tanto de la vida de cada uno. Es
íncreible la cantidad de cosas que pueden pasar en 3 meses y más
aún, con el chico este nunca pude tener una conversación en
francés, este día era la primera vez.
De ahí, pasamos a una Creperie. En las
creperies hacen crepes, no sé si existe la palabra esa en español
(esto es tu culpa mamá! :P) pero son los panqueques: dulces o
salados. Comimos uno completo y de postre uno dulce, la verdad que es
super tranqui y como casi siempre terminas comiendo casi nada.
Más tarde, fuimos a otro barcito donde
Olivier tiene Happy Hour toda la noche, así que paga casi nada y
compra los tragos a mitad de precio; así que nos tomamos unas
cervezas y nos pusimos a hablar con un grupo de chicas que había por
ahí.
Finalmente, nos fuimos a dormir... Yo
estaba lapidado y al otro día me tenía que levantar para ir al Mont
Saint Michel.
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